Como Iglesia declaramos:
- Nuestra fe descansa en que Dios, en su gracia soberana, a través de Jesucristo, nos ha concedido la salvación y el arrepentimiento de nuestros pecados.
- Aceptamos la totalidad de las escrituras como nuestra única y perfecta regla de fe.
- Nos unimos en un solo cuerpo de creyentes, habiendo sido bautizados por inmersión.
- Reconocemos que esta Iglesia se ha construido para que Dios sea glorificado en todo; sea en alabanza, adoración, aprendizaje o servicio.

Nuestro pacto es que mantendremos la adoración pública, no dejando de congregarnos, honrando la predicación de la Palabra, sometiéndonos a las ordenanzas de Cristo. Asimismo mantendremos la adoración privada y familiar en nuestros hogares.
Determinamos cuidarnos mutuamente para cumplir la ley de Cristo, preservando el bien de toda la Iglesia, promoviendo el conocimiento de la verdad que es de acuerdo a la piedad, y amonestándonos los unos a los otros de acuerdo a la voluntad de Dios.
Como «la sal de la tierra» y «la luz del mundo», nos comprometemos a renunciar a la impiedad y deseos mundanos, perfeccionando la santidad en el temor de Dios. Asimismo prometemos ser celosos de buenas obras, manteniendo una conciencia limpia delante de nuestro Señor y los hombres.
Contribuiremos voluntariamente de nuestros ingresos, como Dios nos ha prosperado, para mantener y sostener el ministerio entre nosotros, para ayudar a los necesitados y para extender el Evangelio en todo el mundo.
«Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a Él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén» Efesios 3:20-21
